Abstracciones
Después de caminar media ciudad empujando
su carro y sus angustias, Arturo Huallpa llega a su casa. Ya el carro vacío, lo
ata a la reja desvencijada, máximo símbolo de seguridad en su hogar. Dentro, lo
espera el hambre y la soledad. Prepara el mate mientras oye las discusiones de
sus vecinos más uno que otro golpe. Busca el pan de ayer y corta un pedazo. Se
sienta a la mesa, en su única silla y hace fuerzas para abstraerse...
Ahora, come un pollo con papas al horno,
conversa con su hermosa mujer mientras los niños mueren de risa por los chistes
de un programa en televisión. Cuando terminan de cenar, ayudan entre todos a
juntar los platos y su mujer lava la cocina. Mientras, Arturo, habano y licor
en mano, se dispone a escuchar su disco de Charlie Parker. Los niños van a
dormir y su mujer se acerca para darle el beso de buenas noches y susurrarle al
oído que lo espera en la cama. A Arturo le gusta pasar ese tiempo solo, consigo
mismo, disfrutando la música y la tranquilidad del hogar.
Al cabo de una hora llega a la cama donde
su mujer descansa cubierta de sábanas blancas y grandes acolchados para
cubrirse del frío. Se desviste y se hace un lugar junto a ella. La mira con los
ojos sonrientes, acaricia su pelo y sus sueños, le da un beso en la frente para
que la proteja en la noche y se dispone a dormir.
Suena un fuerte despertador a las 5 de la
mañana y Arturo lo apaga sin ganas pero con fuerza. Se levanta con el cuerpo
entumecido del frío, se lava su cara en un latón con agua casi helada y se viste
con el pantalón de trabajo, su camiseta blanca, un buzo desteñido y esa campera
que una vez juntó de un volquete por calle Malabia. Se prepara un mate cocido y
come el otro pedazo de pan de anteayer. Antes de salir, mira su silla sola,
baja la vista, suspira, busca su gorro de lana y sale a la calle a desatar su
carro. Arturo parte en busca de cartones y esperanzas.
Al anochecer, con el carro vacío, regresa
a su casa. Al sentarse en su mesa con un plato de guiso desabrido que su vecina
de enfrente muy a menudo le prepara, hace fuerzas, se concentra...
Su hija de cinco años corre a sus brazos
y lo besa por toda la cara. Cenan ravioles con esa salsa especial que hace su
mujer, con nueces y jamón. Conversan sobre sus actividades del día: su hijo
cuenta que sacó diez en matemáticas y su niña que aprendió un nuevo paso de
danza. Su mujer relata la bienvenida que le hicieron los compañeros de su nuevo
trabajo y él, entre burlas e ironías, les cuenta cómo uno de sus empleados pone
constantes excusas por las llegadas tardes. Entre risas, levantan los platos de
la mesas y los niños van a dormir. Él escucha jazz, toma una copa de vino y
esta vez, no fuma. Su mujer se acerca por detrás, le besa el cuello, lo abraza.
De un tirón, Arturo la sienta en su falda y le acaricia el pelo. Se besan, se
desean, se excitan. Deciden ir a su cuarto así los niños no oyen. Ella le
indica que la aguarde unos instantes, va al baño y se escucha un ruido de agua
corriendo. Arturo se acuesta en su cama a la espera.
Su mujer no regresa.
De a poco siente de nuevo las discusiones
de sus vecinos y uno que otro golpe, y va quedándose dormido en su cama pequeña
de una almohada sola.
Wannas
19/05/2014
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